Sí, hoy me siento miserable una vez más la mente ganó al corazón.
Hace unos días, me fui a un gran almacén para hacer una compra del mes.
Y la cosa no hubiese tenido más trascendencia si no me hubiera parado
a pensar.
A veces no conviene pensar tanto y quizá nos iría mejor si le hiciésemos más caso al
corazón.
Cuando me encontraba ya en caja de pago, un señor muy amable me ayudo
a colocar mi compra en la cinta de la caja. Solo cuando me disponía a pagar y
noté el olor característico de una persona que lleva días sin una ducha, me di cuenta,
el hombre escarbaba entre un puñado de céntimos y solo llevaba un cartón de
vino y otra cosa que dejó por no llevar suficiente. En ese instante tuve la
pulsión de ofrecerle una barra de pan y unas latas de atún que tenía en la
mano, pero lo pensé y si le ofendo,
Mientras lo pensé y no actué, el hombre se marchó y cuando salí ya no lo vi
por ninguna parte.
Perdí mi oportunidad de ayudar a alguien que seguro que lo necesitaba.
Sí, perdí la oportunidad de demostrar que ser humano todavía le queda algo
generosidad.
Como un mes más tarde me pasó algo parecido tuve otra corazonada y quiero
que sepáis
que le hice caso al corazón y qué a gusto se queda una cuando hace lo que
tiene que hacer.
Pero eso es otra historia