Sí, hoy me siento miserable una vez más la mente ganó al corazón.
Hace unos días, me fui a un gran almacén para hacer una compra del mes.
Y la cosa no hubiese tenido más trascendencia si no me hubiera parado
a pensar.
A veces no conviene pensar tanto y quizá nos iría mejor si le hiciésemos más caso al
corazón.
Cuando me encontraba ya en caja de pago, un señor muy amable me ayudo
a colocar mi compra en la cinta de la caja. Solo cuando me disponía a pagar y
noté el olor característico de una persona que lleva días sin una ducha, me di cuenta,
el hombre escarbaba entre un puñado de céntimos y solo llevaba un cartón de
vino y otra cosa que dejó por no llevar suficiente. En ese instante tuve la
pulsión de ofrecerle una barra de pan y unas latas de atún que tenía en la
mano, pero lo pensé y si le ofendo,
Mientras lo pensé y no actué, el hombre se marchó y cuando salí ya no lo vi
por ninguna parte.
Perdí mi oportunidad de ayudar a alguien que seguro que lo necesitaba.
Sí, perdí la oportunidad de demostrar que ser humano todavía le queda algo
generosidad.
Como un mes más tarde me pasó algo parecido tuve otra corazonada y quiero
que sepáis
que le hice caso al corazón y qué a gusto se queda una cuando hace lo que
tiene que hacer.
Pero eso es otra historia
A veces salta el alarma dentro de nosotros y siempre hay un por que. No estés triste y no te culpes. Aprende también a perdonarte a tí misma. No somos perfectos.
ResponderEliminarRocioNav
En el caso que narras, lo que me llama la atención es que el poco dinero que llevaba lo priorizara en comprar vino, que no creo sea un alimento de primera necesidad. Pero tu gran corazón, posiblemente, no se dió cuenta de ello.
ResponderEliminarYo hace tiempo que, antes de dar, pregunto si necesita ayuda. Así intento no llevarme tantos chascos. En mi casa cuesta mucho esfuerzo el dinero que entra, y no es la primera vez que me he sentido engañada. No por ello paso a todos por mismo rasero. Ayudar siempre, pero también al que se ayuda a sí mismo.
Un beso grandote, guapa.